El después del DIAGNÓSTICO.

La incertidumbre nos inunda y buscamos respuestas en múltiples lugares, tocamos puertas e indagamos hasta el último recurso. La necesidad de saber que nos pasa, que sucede con nuestros pequeños o a algún otro familiar nos acerca al profesional que ejerce la neuropsicología, ciencia que, en resumen, se encarga de establecer la relación entre el cerebro y la conducta humana. Una vez visitado el especialista y este haber emitido su diagnóstico podríamos creer que todo acaba, pero apenas comienza.

El recibir un diagnóstico neuropsicológico podría significar la respuesta a dudas existentes, la conclusión de un proceso de aceptación, la apertura a nuevos conocimientos o una gran nube gris que nos consterna. ¿Y qué hago ahora?, es alguna de las preguntas que se vienen a la mente.

La intervención neuropsicológica es un proceso sistemático y dinámico que permite corregir y/o compensar las dificultades detectadas durante la evaluación. A través de actividades cuidadosamente diseñadas, se atienden alteraciones motrices, del lenguaje, sensoriales, de aprendizaje escolar, funcionamiento ejecutivo, entre otras.

Recibir la intervención neuropsicológica garantiza la reestructuración de sistemas funcionales que posibilitan la realización de diversas actividades (leer, escribir, etc). Para niños y adultos resulta muy beneficiosa, portadores de THDA, Trastorno del Espectro Autista, Discapacidad Intelectual, Deterioro Cognitivo, secuelas de Accidentes Cerebrovasculares, Trastornos del aprendizaje, Epilepsia, entre otras entidades diagnósticas son algunos de los pacientes que en mayor frecuencia acuden al servicio.

Que poseas, o alguien cercano a ti, una condición neuropsicológica del neurodesarrollo o adquirida, no significa que tus posibilidades están reducidas a cero, siempre existe un medio de revertir o mejorar en mayor medida la situación y la intervención neuropsicológica traza las vías necesarias en aras de buscar niveles de bienestar en los pacientes.