Uso responsable de la tecnología en la infancia.
- Psic. Daniela Flores

- 17 sept
- 3 Min. de lectura
El acceso temprano a dispositivos digitales es una realidad ineludible en la vida de los niños actuales. La tecnología puede ser un recurso educativo valioso, pero también representa riesgos si se utiliza sin acompañamiento ni límites. Desde la psicología infantil, el objetivo no es restringir de manera absoluta, sino acompañar el desarrollo de habilidades emocionales, cognitivas y sociales, que permitan un uso consciente y equilibrado.

El modelado parental: aprender con la observación.
De acuerdo con la teoría del aprendizaje social de Bandura, los niños aprenden principalmente a través de la imitación. Esto implica que las conductas de los adultos respecto a la tecnología tienen un impacto directo en los hábitos digitales de los hijos.
Por lo que se vuelve importante generar espacios libres de pantallas (ej. durante las comidas o en el dormitorio) y explicar a los niños el valor de estas decisiones refuerza la coherencia entre el discurso y la práctica.

La función de los límites en el desarrollo de la autorregulación.
La evidencia psicológica señala que los límites consistentes y claros son esenciales para la seguridad emocional infantil. En el ámbito digital, la ausencia de regulación puede favorecer dificultades en la atención, el sueño y la tolerancia a la frustración.
El poder establecer tiempos máximos de uso ajustados a la edad (ej. entre 1 y 2 horas diarias en edad escolar) y mantener rutinas previsibles favorece la internalización de la autorregulación a largo plazo.

Contenido significativo: calidad frente a cantidad.
El valor de la tecnología en el desarrollo cognitivo infantil depende en gran medida de la calidad del contenido. La exposición pasiva y prolongada a estímulos poco adecuados puede incrementar la sobreestimulación y la ansiedad, mientras que los recursos educativos interactivos pueden estimular procesos como la memoria, el lenguaje y la resolución de problemas.
El acompañar la selección de contenido, orientar hacia aplicaciones o programas con valor pedagógico y promover la co-visualización (consumir contenido junto a los hijos) fortalece tanto el aprendizaje como el vínculo afectivo.

Pensamiento crítico en la era digital.
El desarrollo del pensamiento crítico constituye una competencia central en la formación de la autonomía. Los niños tienden a interpretar como real la información que consumen en internet, lo que los hace vulnerables a la desinformación y a los mensajes manipulativos.
Al promover el diálogo reflexivo sobre lo que observan en redes sociales o videojuegos, y enseñar a diferenciar entre hechos y opiniones, contribuye al desarrollo de una mirada más analítica y segura.

Seguridad digital y acompañamiento emocional.
La construcción de un apego seguro implica que los niños confíen en que pueden acudir a sus padres frente a situaciones de incomodidad o riesgo. Este principio es igualmente válido en el entorno digital.
Educar sobre privacidad, identidad digital y respeto en línea debe iniciar desde edades tempranas. Paralelamente, crear un ambiente de confianza favorece que los niños comuniquen experiencias negativas o conductas de acoso en internet sin temor a ser castigados.

El equilibrio como eje del bienestar.
El desarrollo infantil requiere experiencias multisensoriales: juego físico, contacto con la naturaleza, interacción social presencial y actividades creativas. Un uso excesivo de pantallas limita estas experiencias, afectando el desarrollo integral. Fomentar alternativas de ocio offline y reservar tiempo familiar sin dispositivos no solo reduce la dependencia digital, sino que también fortalece los vínculos afectivos.

Desde la psicología infantil, enseñar a los hijos a usar la tecnología de forma responsable implica mucho más que fijar horarios: requiere modelar conductas, establecer límites consistentes, acompañar activamente el consumo de contenido y promover habilidades de pensamiento crítico y autocuidado. Cuando la tecnología se integra de manera consciente en la vida cotidiana, los niños pueden beneficiarse de sus aportes sin comprometer su desarrollo emocional ni social.




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