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Ansiedad silenciosa en niños: señales que no debemos ignorar

¿Un niño puede estar ansioso sin que nadie lo note? La respuesta es sí. Detrás de una sonrisa tranquila o de un “todo está bien”, muchos pequeños cargan con preocupaciones que no saben expresar. A este fenómeno lo llamamos ansiedad silenciosa.

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Más común de lo que creemos

La niñez suele asociarse con juegos y risas, pero no todos los niños viven así su día a día. Algunos enfrentan un mundo interno lleno de miedo, tensión y nerviosismo, sin mostrar señales evidentes hacia fuera.

Señales que hablan sin palabras

Un niño con ansiedad silenciosa puede no decir nada, pero su cuerpo y conducta lo hacen por él. Algunas pistas que podemos observar son:

●       Dolores de cabeza o estómago frecuentes.

●       Pesadillas o dificultad para dormir.

●       Evitar actividades sociales o escolares.

●       Irritabilidad inesperada.

●       Perfeccionismo y miedo a equivocarse.


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Cuando lo vemos en el día a día

La ansiedad silenciosa puede disfrazarse de situaciones muy comunes en la rutina de los niños:

●       Ese pequeño que cada mañana dice que le duele la panza justo antes de ir a la escuela.

●       La niña que borra y vuelve a escribir su tarea varias veces porque teme no hacerlo “perfecto”.

●       El niño que se queda callado en las fiestas infantiles, observando desde un rincón en lugar de jugar.

●       La niña que parece estar tranquila todo el tiempo, pero por las noches tiene pesadillas constantes.

Son ejemplos que a simple vista pueden parecer “normales” o “etapas de crecimiento”, pero cuando se repiten con frecuencia, podrían estar mostrando un malestar emocional silencioso.


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¿Por qué no lo notamos?

Porque muchas veces se esconde tras lo que los adultos valoramos: ser obediente, responsable o “portarse bien”. Además, los niños aún no cuentan con el vocabulario emocional para describir lo que sienten.

Cómo acompañar a un niño ansioso

Los adultos podemos ser un puente hacia su bienestar emocional con acciones sencillas:

Escuchar sin juzgar: validar sus emociones en lugar de minimizarlas.

Ofrecer rutinas claras: la estructura proporciona seguridad.

Incluir actividades de calma: respiración, dibujo, música suave.

Compartir tiempo de calidad: momentos sin prisas ni distracciones.

Buscar ayuda profesional: cuando la ansiedad interfiere con su vida cotidiana.


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El poder de mirar más allá

La ansiedad silenciosa no grita, pero pesa. Nuestro reto como adultos es escuchar lo que no se dice, estar atentos a los pequeños cambios y brindar un ambiente seguro donde los niños puedan sentirse comprendidos.

La infancia también tiene sus sombras, y reconocerlas no le quita magia: le da la oportunidad de brillar con mayor confianza y salud emocional.


 
 
 
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