Ansiedad silenciosa en niños: señales que no debemos ignorar
- Psic. Kath Schieb
- 10 sept
- 2 Min. de lectura
¿Un niño puede estar ansioso sin que nadie lo note? La respuesta es sí. Detrás de una sonrisa tranquila o de un “todo está bien”, muchos pequeños cargan con preocupaciones que no saben expresar. A este fenómeno lo llamamos ansiedad silenciosa.

Más común de lo que creemos
La niñez suele asociarse con juegos y risas, pero no todos los niños viven así su día a día. Algunos enfrentan un mundo interno lleno de miedo, tensión y nerviosismo, sin mostrar señales evidentes hacia fuera.
Señales que hablan sin palabras
Un niño con ansiedad silenciosa puede no decir nada, pero su cuerpo y conducta lo hacen por él. Algunas pistas que podemos observar son:
● Dolores de cabeza o estómago frecuentes.
● Pesadillas o dificultad para dormir.
● Evitar actividades sociales o escolares.
● Irritabilidad inesperada.
● Perfeccionismo y miedo a equivocarse.

Cuando lo vemos en el día a día
La ansiedad silenciosa puede disfrazarse de situaciones muy comunes en la rutina de los niños:
● Ese pequeño que cada mañana dice que le duele la panza justo antes de ir a la escuela.
● La niña que borra y vuelve a escribir su tarea varias veces porque teme no hacerlo “perfecto”.
● El niño que se queda callado en las fiestas infantiles, observando desde un rincón en lugar de jugar.
● La niña que parece estar tranquila todo el tiempo, pero por las noches tiene pesadillas constantes.
Son ejemplos que a simple vista pueden parecer “normales” o “etapas de crecimiento”, pero cuando se repiten con frecuencia, podrían estar mostrando un malestar emocional silencioso.

¿Por qué no lo notamos?
Porque muchas veces se esconde tras lo que los adultos valoramos: ser obediente, responsable o “portarse bien”. Además, los niños aún no cuentan con el vocabulario emocional para describir lo que sienten.
Cómo acompañar a un niño ansioso
Los adultos podemos ser un puente hacia su bienestar emocional con acciones sencillas:
Escuchar sin juzgar: validar sus emociones en lugar de minimizarlas.
Ofrecer rutinas claras: la estructura proporciona seguridad.
Incluir actividades de calma: respiración, dibujo, música suave.
Compartir tiempo de calidad: momentos sin prisas ni distracciones.
Buscar ayuda profesional: cuando la ansiedad interfiere con su vida cotidiana.

El poder de mirar más allá
La ansiedad silenciosa no grita, pero pesa. Nuestro reto como adultos es escuchar lo que no se dice, estar atentos a los pequeños cambios y brindar un ambiente seguro donde los niños puedan sentirse comprendidos.
La infancia también tiene sus sombras, y reconocerlas no le quita magia: le da la oportunidad de brillar con mayor confianza y salud emocional.